Sunday, June 20, 2010

La palabra que tanto detestas

Despedida


Vuelvo a respirar, pero ¿a qué precio? ¿A costa de tu aliento, de tu calma? Siento haber callado tanto tiempo para tomar por asalto tu paz y tu sosiego. Te he invitado a bailar de nuevo el interminable vals del gato y el ratón que tanto hemos bailado, pero tus ojos no me siguen y tus pies no sé si quieren. Tan solo con el roce de tu mano podré saber si es que el tiempo en este suspiro desaparece o si debo esperar, esperar a que el salón quede libre y desierto para poder seguir bailando, seguir pisando nuestros pasos cual torpes danzarines hemos sido siempre. Si algo me ha enseñado tu mano es que tu corazón es mi casa, y si algo me ha enseñado el silencio es que se ha quedado sin corazón tu aire. Si algo me ha enseñado tu ausencia es que el camino a seguir de ahora en adelante no gira hacia atrás.

Este silencio me recuerda tanto a tus dudas, tanto a las luchas por ser aquel con el derecho a tus abrazos. Yo también me equivoqué al pensar que no tengo nada más que ofrecerte, al pensar que ser pasivo era ser ecuánime e inteligente. Qué más quisiera que poder dedicarte mis decisiones más férreas y robustas, que veas en mí coherencia entre lo que digo y lo que hago. Desminaría tu amor con las manos desnudas así tuviera que saltar en mil pedazos, en una lluvia de impotencia y frustración, por encomendarle al tiempo la tarea que no pudo hacer mi corazón: curar tus heridas, por ejemplo.

¿De qué me sirve dedicarte mi insomnio o mis letras si no puedes ver en ellas la persona que soy por dentro? ¿De qué sirven los brazos si no pueden alcanzarte siquiera? Quisiera dedicarte algo más que esa palabra que tanto detestas, o algo más que ellas que hace tanto no digo. Los reproches pasados de moda no han hecho más que llenarse la boca de polvo y olvido. Mas si quisiera dedicarte algo, ¿qué te dedicaría? Te escribiría en un beso un poema de bienvenida invitándote a mi vida. Ojalá pudieras ver más que silencio en mi silencio. Solo intento exorcizar el miedo del miedo a perderte. Pero sé que cuando se me agoten las palabras, no podré soportar el miedo a tu lejanía y saldré detrás tuyo; que cuando se me agoten las palabras tu corazón me consumirá de angustia.

Sin embargo, mientras tanto, mientras en tu corazón aún no haya espacio para una primavera o una carta lastimera, mientras se consuman las horas y me consuma la espera, no se me llega a ocurrir del todo cómo demostrarte que apuesto por tí todo cuanto soy, ya no por un pasado, sino por un mañana entre tus manos. Sólo se me ocurre la palabra que tanto detestas para acercarme a tí, sincero.

Y si mi voz ya no alcanza a tus oídos y mis palabras quedan vacías en el aire, tan sólo déjame demostrarte con actos o con gestos que en realidad fuiste quien completó e hizo humanos a mis brazos, los mismos que te esperarán siempre y que te recordarán siempre con cariño. Déjame decirte antes que un lo siento, el te quiero más sincero, el te quiero que no te abandonará aun si espero o si muero. Gracias por los años compartidos y por haber caminado conmigo. Es hora de tomar caminos separados.

Útero, 12 de abril de 2010, 2:45am,

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